A ver si aprenden muchos españoles de que esta es la solucción
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«Nunca duermo sin mi escopeta» La Guardia Civil anda tras la pista de la «banda del calcetín», que asaltó un chalé de Galapagar. Un vecino de la víctima duerme con su escopetón debajo de la cama.
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Gregorio Calvo, con su escopeta
Gregorio duerme junto a su esposa y con un escopetón debajo de la cama. En el cajón de la mesita de noche guarda la munición. Es un antiguo vecino de Galapagar, de la zona donde el pasado sábado asaltaron un chalé media docena de encapuchados. A muy pocos metros de allí.
La Mandrágora, sin llegar a poder considerarse de gran lujo, es uno de los chalés más llamativos de la urbanización El Praderón de Galapagar. Allí vive un conocido empresario de la construcción del municipio, junto con su esposa. La madrugada del pasado sábado, 8 de enero, vivieron el que probablemente haya sido el momento de mayor pánico de su vida. Una banda de encapuchados penetró en su vivienda: Se llevaron de allí todo lo que quisieron o pudieron. Pero lo peor es que los moradores de la vivienda sorprendieron a los murcigleros en plena faena y fueron retenidos y amordazados en el interior de una habitación. Cuando pudieron liberarse, avisaron al 112 y se dio parte a la Guardia Civil, que investiga el caso con celo.
Fuentes cercanas al caso explicaron a ABC que los ladrones no debían de ser muy expertos. Por un lado, sabían que en el interior del inmueble podrían encontrar —como así fue— una importante cantidad de dinero, además de enseres de gran valor. Aun así, los investigadores no creen que la banda recibiera un chivatazo de alguien de dentro, aunque debían de conocer quién era el propietario. Eso sí, no tuvieron la suficiente «profesionalidad» como para tener claro que los moradores estaban en el interior. No se lo esperaban, al menos eso es lo que piensan quienes conocen el asunto.
Tanto fue así, que cuando se vieron sorprendidos por el empresario, uno de los ladrones se encargó de amordazar a las dos víctimas, las maniataron con bridas y las tumbaron sobre la cama para que no miraran lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
Y lo que pasaba es que otros cuatro o cinco individuos, también encapuchados, desvalijaban a diestra y siniestra la vivienda. Se llevaron, por lo pronto, alrededor de 3.000 euros que la mujer guardaba en el chalé. En la vivienda existe una caja fuerte que, como se informó el día después del asalto, no fue reventada. No les hizo falta: la arrancaron de cuajo y así se la llevaron. Se calcula que en el interior habría entre 15.000 y 18.000 euros, además de relojes y joyas de un valor altísimo.
Españoles y marroquíes
Una curiosidad es que el grupo, en vez de guantes, utilizó calcetines en las manos para no dejar huellas dactilares por donde iban tocando. Se sospecha que podrían ser delincuentes españoles y marroquíes, indicaron las mismas fuentes informantes.
Ayer por la mañana y hasta bien entrada la tarde no había rastro de la pareja víctima en el domicilio, aunque siguen residiendo allí. Los vecinos son conocedores de lo que ocurrió. Uno de ellos, Gregorio Calvo, que fue el primero en levantar su chalé en la zona, explicó a ABC que el constructor lleva unos años allí asentado, aunque su negocio ha sufrido el mazazo de la fuerte crisis económica, hasta el punto de que han tenido que prescindir de algunos empleados.
El área residencial no es especialmente conflictiva, aunque se registró un asalto a otra vivienda hace unas semanas, aunque este asunto bien podría tratarse de algún ajuste de cuentas. Sin embargo, y pese a que la presencia policial es importante, Gregorio nos cuenta que lleva unos 35 años durmiendo con una gran escopeta de postas debajo de su cama. Este hombre, ya bastante mayor, también se dedicó a la construcción. Vive a dos pasos de donde se produjo el último asalto, con su esposa, Mercedes.
«Hace muchos años, antes de la democracia, regresé de celebrar la onomástica de un por entonces jefe de la Guardia Civil. Cuando aparcamos, vimos que las luces estaban encendidas. Mi amigo me dijo: “Gregorio, lo mejor que haces es tener una escopeta en casa, y cuando entre alguien a robar, lo espabilas», dice con cierta sorna.
Hasta que hace un par de años volvió a sufrir un intento de robo. En esta ocasión, no se lo pensó dos veces. «Le dije a mi mujer que se oía ruido fuera y le pedí que, cuando yo le dijera, encendiera la luz del dormitorio. Me asomé por la ventana y vi a un hombre en el jardín. Tomé la escopeta de debajo de la cama y la saqué por la ventana», nos cuenta. Gregorio es un experto cazador y sabe cómo utilizar el arma. Probablemente, no le habría temblado la mano si hubiese visto correr peligro a su mujer o a sí mismo, y habría disparado.
«¡No lo mates!»
Mercedes, la esposa, le gritó: «¡No le mates! ¡No le mates!». Entonces, vio que el sospechoso se había colocado detrás de un gran macetero de piedra. «Lo siento —arguyó, atemorizado—, me he debido de equivocar». Y se marchó. Vivo y salvo, por suerte para él. Porque este «Gran Torino» de Galapagar, tiene casta taurina por algo.
Hace unos días, también por el mismo barrio, un ladrón encapuchado entró a robar en una ferretería, a las ocho de la tarde. «Entraron por el tejado —nos cuenta Gregorio—. Lo mejor de todo es que cuando el de la tienda le desenmascaró, por lo visto, era un conocido». Mercedes le oye hablar y añade: «Es que está la vida...».
http://www.abc.es/20110112/madrid/abcp- ... 10112.html